miércoles, 2 de noviembre de 2016

INTRODUCCIÓN

Esta historia esta dedicada a Julia y Mayra, gracias por su apoyo incondicional. 


INTRODUCCIÓN

La joven caminó observando maravillada el pintoresco lugar, se encontraba en Coyoacán, en una  folklórica casita pintada de azul, típica de una mujer como la que anhelaba tanto conocer.
Había hecho ese largo viaje solo por ella, para preguntarle acerca de su vida, sus obras, su ardiente inspiración, su pasión que consideraba innata y que resaltaba en cada una de sus obras su propia vida.
Ella era una de sus heroínas más sobresalientes, una luchadora, igual que ella. Que había padecido una extraña enfermedad desde temprana edad, quizá por eso, y porque compartían un gusto en común, le había sido imposible contenerse de hacer lo necesario para conocerla.
Asomando la cabeza por el final del zaguán se introdujo en una habitación, ahí, la mujer que tanto anhelaba conocer, se encontraba postrada en una cama con expresión agotada, ojerosa y de mal aspecto.
Ella entro observando lo que hacía, pintaba un cuadro, uno donde se encontraban a penas formadas unas sandías.
-          Disculpe – No sabía cómo empezar aquella conversación, estaba nerviosa, ella era su fan después de todo – ¡No sabe el enorme honor que es para mí conocerla!…
-          ¡Oh! – Un gesto de sorpresa se miró en la cansada mujer, había estado demasiado absorta en su trabajo ignorando la llegada de la joven - Regresaste – Musito débilmente la enferma que estaba en cama con una sonrisa apagada, concentrando su atención en quien la acompañaba en la habitación antes que en el enorme dolor de su cuerpo, añadió – Luces diferente…
-          ¿Me conoce?, ¡¿Usted me conoce?! – No pudo evitar preguntar con enorme sorpresa, era la primera vez que eso le pasaba.
-          Si, nos conocemos – Asintió la mujer sonriendo mientras la veía de arriba abajo, finalmente dejo el pincel al lado de su cama y continuó – Y dime pequeña, ¿has encontrado ya la vocación de tu vida?
-          ¡Desde luego! – Sonrió la joven sintiéndose orgullosa – Empezaré a estudiar arqueología, dentro de cinco años espero haber descubierto los más grandes secretos de la humanidad.
-          Oh, ya veo – Sonrió la mujer misteriosamente, como quien guarda un secreto, luego añadió - ¿Y qué hay de tu vida sentimental? ¿Qué hay del amor?
¿Amor?, la joven pensó que se había equivocado de persona, simplemente ella jamás podría pensar o esperar eso, había tenido relaciones sentimentales breves debido a… su peculiar condición, pero seguramente la mujer que tanto admiraba no sabría eso de ella.
-          Acabo de terminar con Sergio, no era para mí, simplemente… - Nadie lo era, pensó, luego continuó – Pero eso es algo que no me interesa, aún tengo mucho que aprender – Contesto con una verdad a medias, la mujer sonrió.
-          Me imagino, ¿Qué edad tienes ahora?
-          Dieciocho – Contesto honestamente.
-          Yo te conocí de veintiocho, diez años en tu futuro.
La joven abrió los ojos con gran sorpresa, jamás hubiera esperado eso, iba en contra de todo dogma en que creía, la mujer convaleciente sonrió.
-          Eres una niña, aunque no hace mucho tiempo que te vi, pero, imagino que el tiempo pasa de forma distinta para ti, ¿cierto?
-          Cierto – Asintió incrédula – Pero, sí es verdad lo que me dice, si sabe quién soy, ¿cómo será mi futuro?, ¿a qué me dedicaré?, ¿Dónde voy a vivir?, ¿seguirá pasándome lo mismo?
Tenía miles de preguntas, pero la última, era la más importante para ella, la mujer ceñuda contesto con una de sus sonrisas enigmáticas.
-          Una mujer testaruda de ojos verdes me dijo hace tiempo “no es bueno saber tanto sobre el futuro”
-          ¿Yo?
Frida asintió, la ojiverde noto su inminente enfermedad, ella estaba en fase terminal, ese cuadro además, era el último que había creado en su vida.
-          Dime, ¿te arrepientes de algo?
No pudo evitar preguntar, sentía una empatía hacia ella, aquella mujer postrada en una cama, muriendo lentamente día tras día, aislada del mundo, viviendo solo en el propio que solo podía compartir por medio de sus pinturas y escritos.
-          No, no me arrepiento de nada, este era mi destino, aunque hay cosas que me hubiera gustado cambiar, tuve una buena vida.
-          Eres admirable  - No pudo evitar decir al observar su deteriorado cuerpo, y la evidente falta de su pierna.
-          Sé que moriré pronto, así que no tengo tiempo que perder – Su sonrisa evidenciaba su ánimo, aunque sus ojos estaban apagados, como quien está a punto de no volver a abrirlos nunca más – La vida es un regalo…
Quería decirle algo que le sirviera, que sería recordada por siempre y que sus obras serían fuente de inspiración para miles de personas, exhibidas en museos tan importantes como lo es el Louve, pero no lo hizo, no podía, iba en contra de las reglas.
-          Siempre hay que pagar un precio por todo, tampoco tú te arrepientas – Añadió Frida - Sigue tus sueños, eso te llevará a tu destino…
La entonces estudiante de preparatoria no supo cómo interpretar aquello, como siempre sintió que el mundo se movía bajo sus pies. Despertó de su letargo en un closet que había en una pequeña casa de Coyoacán sintiendo el peso de sus acciones, su nariz sangraba, temblaba y tenía un enorme dolor de cabeza, pero aun así sonrió.

Una de las mujeres que más admiraba en el mundo la conocía, y por lo visto bastante bien, a pesar de su muy corto encuentro, y de verla en tan triste condición, el viaje había valido la pena.