Esta historia esta dedicada a Julia y Mayra, gracias por su apoyo incondicional.
INTRODUCCIÓN
La joven caminó
observando maravillada el pintoresco lugar, se encontraba en Coyoacán, en una folklórica casita pintada de azul, típica de
una mujer como la que anhelaba tanto conocer.
Había hecho ese largo
viaje solo por ella, para preguntarle acerca de su vida, sus obras, su ardiente
inspiración, su pasión que consideraba innata y que resaltaba en cada una de
sus obras su propia vida.
Ella era una de sus
heroínas más sobresalientes, una luchadora, igual que ella. Que había padecido una
extraña enfermedad desde temprana edad, quizá por eso, y porque compartían un
gusto en común, le había sido imposible contenerse de hacer lo necesario para
conocerla.
Asomando la cabeza
por el final del zaguán se introdujo en una habitación, ahí, la mujer que tanto
anhelaba conocer, se encontraba postrada en una cama con expresión agotada,
ojerosa y de mal aspecto.
Ella entro observando
lo que hacía, pintaba un cuadro, uno donde se encontraban a penas formadas unas
sandías.
-
Disculpe
– No sabía cómo empezar aquella conversación, estaba nerviosa, ella era su fan
después de todo – ¡No sabe el enorme honor que es para mí conocerla!…
-
¡Oh! – Un
gesto de sorpresa se miró en la cansada mujer, había estado demasiado absorta
en su trabajo ignorando la llegada de la joven - Regresaste – Musito débilmente
la enferma que estaba en cama con una sonrisa apagada, concentrando su atención
en quien la acompañaba en la habitación antes que en el enorme dolor de su
cuerpo, añadió – Luces diferente…
-
¿Me
conoce?, ¡¿Usted me conoce?! – No pudo evitar preguntar con enorme sorpresa,
era la primera vez que eso le pasaba.
-
Si, nos
conocemos – Asintió la mujer sonriendo mientras la veía de arriba abajo,
finalmente dejo el pincel al lado de su cama y continuó – Y dime pequeña, ¿has
encontrado ya la vocación de tu vida?
-
¡Desde
luego! – Sonrió la joven sintiéndose orgullosa – Empezaré a estudiar
arqueología, dentro de cinco años espero haber descubierto los más grandes
secretos de la humanidad.
-
Oh, ya
veo – Sonrió la mujer misteriosamente, como quien guarda un secreto, luego
añadió - ¿Y qué hay de tu vida sentimental? ¿Qué hay del amor?
¿Amor?, la joven
pensó que se había equivocado de persona, simplemente ella jamás podría pensar
o esperar eso, había tenido relaciones sentimentales breves debido a… su
peculiar condición, pero seguramente la mujer que tanto admiraba no sabría eso
de ella.
-
Acabo de
terminar con Sergio, no era para mí, simplemente… - Nadie lo era, pensó, luego continuó – Pero eso es algo que no me
interesa, aún tengo mucho que aprender – Contesto con una verdad a medias, la
mujer sonrió.
-
Me
imagino, ¿Qué edad tienes ahora?
-
Dieciocho
– Contesto honestamente.
-
Yo te
conocí de veintiocho, diez años en tu futuro.
La joven abrió los
ojos con gran sorpresa, jamás hubiera esperado eso, iba en contra de todo dogma
en que creía, la mujer convaleciente sonrió.
-
Eres una
niña, aunque no hace mucho tiempo que te vi, pero, imagino que el tiempo pasa
de forma distinta para ti, ¿cierto?
-
Cierto –
Asintió incrédula – Pero, sí es verdad lo que me dice, si sabe quién soy, ¿cómo
será mi futuro?, ¿a qué me dedicaré?, ¿Dónde voy a vivir?, ¿seguirá pasándome
lo mismo?
Tenía miles de preguntas, pero la última, era la más importante para
ella, la mujer ceñuda contesto con una de sus sonrisas enigmáticas.
-
Una mujer
testaruda de ojos verdes me dijo hace tiempo “no es bueno saber tanto sobre el
futuro”
-
¿Yo?
Frida asintió, la ojiverde noto su inminente enfermedad, ella estaba en
fase terminal, ese cuadro además, era el último que había creado en su vida.
-
Dime, ¿te
arrepientes de algo?
No pudo evitar preguntar, sentía una empatía hacia ella, aquella mujer
postrada en una cama, muriendo lentamente día tras día, aislada del mundo,
viviendo solo en el propio que solo podía compartir por medio de sus pinturas y
escritos.
-
No, no me
arrepiento de nada, este era mi destino, aunque hay cosas que me hubiera
gustado cambiar, tuve una buena vida.
-
Eres
admirable - No pudo evitar decir al observar
su deteriorado cuerpo, y la evidente falta de su pierna.
-
Sé que moriré
pronto, así que no tengo tiempo que perder – Su sonrisa evidenciaba su ánimo,
aunque sus ojos estaban apagados, como quien está a punto de no volver a
abrirlos nunca más – La vida es un regalo…
Quería decirle algo que le sirviera, que sería recordada por siempre y
que sus obras serían fuente de inspiración para miles de personas, exhibidas en
museos tan importantes como lo es el Louve, pero no lo hizo, no podía, iba en
contra de las reglas.
-
Siempre
hay que pagar un precio por todo, tampoco tú te arrepientas – Añadió Frida - Sigue
tus sueños, eso te llevará a tu destino…
La entonces
estudiante de preparatoria no supo cómo interpretar aquello, como siempre
sintió que el mundo se movía bajo sus pies. Despertó de su letargo en un closet
que había en una pequeña casa de Coyoacán sintiendo el peso de sus acciones, su
nariz sangraba, temblaba y tenía un enorme dolor de cabeza, pero aun así
sonrió.
Una de las mujeres
que más admiraba en el mundo la conocía, y por lo visto bastante bien, a pesar
de su muy corto encuentro, y de verla en tan triste condición, el viaje había
valido la pena.